Un poco de reflexión para sensibilizar al conocimiento de lo
que es “un bien” y darnos cuenta del comportamiento de nuestra sociedad en
general, basado en un análisis desde su origen.
Todas las artes,
todas las indagaciones metódicas del espíritu, lo mismo que todos nuestros
actos y todas nuestras determinaciones morales, tienen, al parecer, siempre por
mira algún bien que deseamos conseguir; y por esta razón ha sido exactamente
definido el bien cuando se ha dicho que es el objeto de todas nuestras
aspiraciones.
Pero téngase entendido que esto no impide que haya grandes
diferencias entre los fines que uno se propone. A veces estos fines son
simplemente los actos mismos que se producen; otras, además de los actos, son
los resultados que nacen de ello. En todas las cosas que tienen ciertos fines
que trascienden de los actos, los resultados definitivos son naturalmente más
importantes que aquellos que los producen. Por otra parte, como existe una
multitud de actos, de artes y de ciencias diversas, hay otros tantos fines
diferentes: por ejemplo, la salud es el fin de la medicina; la casa es de la
arquitectura; “la riqueza”, el de la ciencia económica. Todos los hechos de
cada orden están, en general, sometidos a una ciencia especial que los domina;
y así, a la ciencia de la equitación están subordinadas al arte de la
guardicionaria y todas las concernientes al caballo; así como estas artes, a su
vez, y todos los demás hechos militares están sometidos a la ciencia general de
la guerra. Otros actos están igualmente sometidos a otras ciencias; y, respecto
de todas sin excepción los resultados a que aspira la ciencia fundamental son
superiores a los de las artes subordinadas; porque únicamente a causa de los
primeros se buscan los segundos.
Poco importa, por lo demás, que los actos mismos sean el
objeto último que uno se proponga al obrar, o que se aspire a otro resultado
más allá de estos actos, como en las ciencias que acabamos de citar. Si en
todos nuestros actos hay un fin definitivo que quisiéramos conseguir por sí
mismo, y a su vista aspirar a todo lo demás; y si, por otra parte, en nuestras
determinaciones no podemos remontarnos sin cesar a un nuevo motivo, lo cual
equivaldría a perderse en el infinito y hacer todos nuestros deseos
perfectamente estériles y vanos, es claro que el fin común de todas nuestras
aspiraciones será el bien, el bien supremo.
Si esto es cierto, debemos intentar definir el bien, aunque
no sea más que haciendo de él un sencillo bosquejo, y hacer notar de qué
ciencia y de qué arte forma parte.
Un primer punto, que puede tenerse por evidente, es que el
bien se deriva de la ciencia soberana, la ciencia más fundamental de todas; y
ésta es, precisamente, la ciencia Política. Ay aquel que se dice no importarle
la política, tomen nota sobre esto que les menciono; y que, no se necesita ser
político para entender lo que realmente estudia la política y darse cuenta de
la falacia de concepto que se tienen en la actualidad sobre la ciencia
política.
La ciencia política es, en efecto, la que determina cuáles
son las ciencias indispensables para la existencia de los Estados, cuáles son
las que los ciudadanos deben aprender, y hasta qué grado deben poseerlas.
Además, es preciso observar que las ciencias más estimadas están subordinadas a
la Política; me refiero a la ciencia militar (tratemos de ver lo que pasa en
medio oriente y las tropas norteamericanas), la ciencia administrativa, la
misma Retórica. Como ella se sirve de todas las ciencias prácticas y prescribe,
también en nombre de la ley, lo que se debe hacer y lo que se debe evitar,
podría decirse que su fin abraza los fines diversos de todas las demás
ciencias; y, por consiguiente, el de la política será el verdadero bien, el
bien supremo del hombre. Es cierto, por otra parte, que el bien es idéntico
para el individuo y para el Estado. Sin embargo, procurar y garantizar el bien
del Estado parece cosa más acabada y más grande; y si el bien es digno de ser
amado, aunque se trate de un solo ser, es, no obstante, más bello, más divino,
cuando se aplica a toda una Nación, cuando se aplica a Estados enteros.
Por el hecho de que estudiamos esas cuestiones, el análisis empleado
es sobre aspectos políticos.
Habremos dicho en esta materia todo cuanto es posible, si
logramos tratarla con toda la claridad que ella permite.
Siempre hay razón para juzgar de aquello que se conoce, y
respecto de ello es uno un buen juez. Más, para juzgar de un objeto especial,
es preciso conocer especialmente este objeto, y para juzgar bien de una manera
general es preciso conocer el conjunto de las cosas. He aquí por qué la
juventud es poco a propósito para hacer un estudio serio de la Política, puesto
que no tiene experiencia de las cosas de la vida, y precisamente de estas cosas
es de las que se ocupa la Política y de las que deduce sus teorías. Debe
añadirse que la juventud, que sólo escucha la voz de sus pasiones o caprichos,
en vano oiría tales lecciones; aunque eso no lo tengo que explicar muy a fondo,
nada más dense cuenta cuántas personas pudieran leer un artículo de este
interés, por consiguiente ningún provecho sacaría de estas lecciones, puesto
que el fin que se propone la ciencia política no es el simple conocimiento de
las cosas, sino que es, ante todo, un fin práctico. Cuando digo juventud quiero
decir lo mismo la juventud del espíritu que la juventud de la edad, sin que
bajo esta relación haya diferencia, porque el defecto que yo señalo no tiene
que ver con el tiempo que se ha vivido, sino que se refiere únicamente al que
se vive bajo el imperio de la pasión, sin dejarse nunca guiar sino por ella en
la prosecución de sus deseos o como bien dije caprichos. Para los espíritus de
este género, el conocimiento de las cosas es completamente infecundo, tanto como lo es en los que, a
consecuencia de un exceso, pierden la posesión de sí mismos. Por el contrario,
los que arreglan sus deseos y sus actos solamente según la razón pueden
aprovechar mucho en el estudio de la Política.
Tendremos que limitar a estas ideas preliminares por lo que
hace el carácter de los que quieren cultivar esta ciencia, a la manera de
recibir sus lecciones y al fin que aquí nos hemos propuesto
.
Me limitare también a seguir referenciando mis notas para
cualquier comentario que respecte a los lectores interesados en la nota.